No muevas tanto la cama
Pedrito era un niño muy inquieto, todas las noches su madre lo acostaba y arropaba muy bien después de contarle un cuento, pero cuando pasaba a revisarlo un par de minutos más tarde, la cama estaba toda revuelta, las cobijas por el suelo y él con alguna parte de su cuerpo colgando. Lo acomodaba de nuevo en su sitio, pero por la mañana a veces lo encontraba tirado en el suelo. Pensando en que no se lastimara, le pusieron barandillas alrededor de su cama.
Los señores algo extrañados, llegaron a la conclusión de que la cama era el problema y se deshicieron de ella. Fue la correcta solución, porque los siguientes días, los chicos amanecieron bien acostado y arropados. Pero no había vuelto cada cual a sus respectivas habitaciones.
Un día cuando Julián llegó del colegio, escuchó un leve sollozo venir del armario, creía que era su hermano más pequeño y fue a buscarlo, pero al abrir la puerta se encontró con otro niño al que no conocía. Este lloraba cada vez con más fuerza y no atendía a lo que Julián preguntaba, tras la insistencia, el niño extraño volteó su demacrado rostro, parecía solamente una calavera cubierta de cuero, a la cual le faltaban los ojos, y las lagrimas que lloraba no eran más que polvo. Empujó a Julián contra el suelo, mientras le reclamaba que le hubiesen arrebatado su casa, abría en cada grito su boca como ningún humano puede hacerlo y entre refunfuños y chillidos le dijo al asustado niño: -No muevas tanto la cama, recuerda que vivo debajo de ella y si no me dejas dormir, te tiraré al suelo como la otra noche-… Acto seguido se metió bajo el mueble y desapareció… al menos por un rato, hasta que la noche llegó… lo molestó Julián con sus llantos porque se negaba a dormir en esa habitación.